Cuando se reduce la temperatura de una sustancia, esta pierde
gradualmente su energía, lo que provoca que sus partículas se muevan
cada vez menos y por tanto alcance el estado sólido. Es lo que ocurre,
efectivamente, cuando congelamos el agua. Sin embargo, esto no puede
ocurrir de manera espontánea, hace falta que se formen unos puntos
llamados sitios de nucleación que son los que comienzan propiamente
dicho el proceso de congelación y de ahí se extiende al resto de
moléculas.
Sin embargo, si el agua no tiene impurezas no se formarán puntos
de nucleación y por tanto permanecerá en un estado muy cercano al
líquido hasta que algo lo altere. Para conseguir el efecto simplemente
necesitamos botellas de agua destilada (se pueden comprar en cualquier
droguería) y meterlas en el congelador durante dos horas y media.
Es
importante notar que durante ese tiempo no podemos abrir la puerta del
refrigerador o la misma agitación unida al cambio de temperatura
provocará que el agua de las botellas se congele.Pasado ese
tiempo, podemos provocar la congelación súbita del agua en la botella de
muchas maneras, y el efecto es bastante espectacular. Podemos agitarla,
aplicar una corriente eléctrica, tocarla con una cucharilla o cualquier
otro método que se nos ocurra.
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